Montse Cortes

 Montse Cortes

Queridas y queridos amigas en Red.

Al empezar este nuevo curso me gustaría compartir mis vivencias de este tiempo de confinamientos y nuevas realidades.

El miedo paraliza, honestamente creo que es mi mayor freno.

Des de marzo, un nuevo miedo en forma de pandemia ha monopolizado mi día a día.

Como la mayoría de los que nos dedicamos a la docencia, nuestra forma de trabajar, dio un vuelco de 180 grados. Así pues, me volqué por completo en el acompañamiento de mis alumnos y sus familias. Junto con mis compañeras de ciclo y el resto de profesores de la escuela elaboramos material, lo enviamos semanalmente, mantuvimos el contacto diario con nuestros alumnos y sus padres... y aprendí a editar videos, comunicarme por zoom, compartir pantalla, trabajar en equipo por WhatsApp... Como tantos y tantas de vosotr@s.

La red Laical, cercana en todo momento a través de Marga, Anna, y Maribel. La magnifica carta de Santa Juana, que nos llegó directa al corazón, poder seguir la celebración de Santa Juana On line...Que acierto, estar trabajando en los grupos a Santa Juana Laica. Ella con su vida nos dio fuerza, confianza y ánimo. El grupo Terraferma también hemos mantenido el contacto, vía telefónica, por WhatsApp, a través de Zoom o Meeting, incluso, entre confinamiento y confinamiento nos hemos podido encontrar físicamente adoptando todas las medidas de seguridad.

En casa compaginamos como pudimos el curso, Por suerte, mis hijas son lo suficientemente mayores como para poder seguir sus clases sin mi ayuda. , mi marido sin dejar de trabajar y muy estresado, ya que es médico. Y mi madre, bastante mayor, en casa, viendo muy limitada su posibilidad de salir, abrazar a sus otros nietos y a mi hermano. Pero emocionalmente he intentado estar al lado de los cuatro, escuchar, animar, abrazar, reír...

Hasta Julio, este fue mi quehacer diario. Con una inquietud de fondo, que iba creciendo en mi interior. ¿Como puedo ayudar a quien lo necesita? ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo desbloquear, el miedo que me paraliza?

A finales de mayo, se produjo un hecho habitual, cíclico, que, por cotidiano, ignoras, y acabas por no ver. El inicio de la campaña de la fruta y la llegada de los temporeros. Algunos con papeles y contrato, pero muchos, sin nada, viviendo en la calle. En mi parroquia. Acogieron a algunos y les ofrecieron un espacio digno donde poder cenar, ducharse y dormir, mientras el párroco, el padre Roger sj, que es el presidente de Arrels (Fundación que atiende a los sin techo) en Lleida, movió cielo y tierra para conseguir, junto con la cruz roja, que se abrieran los pabellones de la feria que habréis visto por la tele, para acoger a tantas personas.

A los pocos días, ante el aumento de casos se produjo el segundo confinamiento. Un mazazo a la moral y la economía de la ciudad.

En ese momento por fin pude vencer el miedo que me paralizaba y empecé a colaborar con Arrels.

En casa nos organizamos, mi hija mayor se quedó en casa con mi madre. Las dos se encargaron de la casa y la comida. Mi marido, absolutamente desbordado por el trabajo. Mi hija pequeña y yo, tres mañanas por semana fuimos a ayudar a "la botigueta" (la tienda) de Arrels.

Este tiempo, he preparado alimentos para personas que lo necesitaban. Bolsas con comida fría para indigentes o temporeros que estaban en la calle. Paquetes un poco más completos para personas que cuentan con alguien que los acoge, les puede cocinar o facilitar que cocinen. Carros para personas o familias que tienen casa, pero pasan por una situación económica difícil y no pueden con todos los gastos. He tenido la suerte, no solo de preparar sino de poder estar en contacto con estas personas y familias cuando venían a recoger los carros.

En la gran mayoría de los casos, he aprendido de su generosidad, agradecimiento, alegría... También me he emocionado e indignado con la realidad de algunos de ellos. De todos me llevo una lección de vida.

He tenido la suerte de convivir con otros voluntarios y con tres mujeres que llevan este servicio, Lesly, que es pura fe y alegría, que contagia a todos los demás, Gloria, súper activa, siempre pendiente de hacer llegar ayuda a todo el que la necesita y Ares, muy joven y trabajadora, como una hormiguita, silenciosa pero muy eficiente y dulce en su trato.

Este tiempo he visto la realidad desde diferentes puntos de vista y me he hecho más consciente de la fuerza de los intereses económicos que pasan por encima de las personas deshumanizándolas.

Los ayuntamientos saben que cada año se produce esta situación y no hacen nada por mejorar la. Aunque muchos agricultores hagan bien las cosas y contraten a sus temporeros, otros tienen a una parte de sus trabajadores sin contrato. Muy pocos ofrecen a sus trabajadores una vivienda digna, y en la mayoría de los casos los temporeros viven en condiciones lamentables. Algunos productores, que dan servicio y abastecen a grandes cadenas alimentarias a nivel nacional, continúan trabajando con positivos asintomáticos, por tanto, contribuyen a expandir los contagios. Las grandes cadenas a su vez fijan precios muy bajos y obligan a que el producto llegue puntual, con lo que favorecen las malas praxis de los productores. Finalmente, ¡Estas mismas cadenas donan alimentos a entidades benéficas!

Esta situación me ha removido y hecho pensar mucho. Lo peor es que no es un caso aislado, esto se reproduce, en diversas formas y situaciones continuamente, todos y todas lo vemos cada día, pero muchas veces, es tan habitual que nos pasa inadvertido.

Quero acabar con una valoración positiva de mi vivencia, creo que ser consciente, o al menos un poco más consciente, me hace crecer como persona y pido al Señor, que me muestre como puedo continuar aportando un poco a los demás, aunque sea una gota en el desierto.

Un abrazo fuerte.

Montse

Lleida, 11.09.20